Una mujer somalí camina por el desierto con sus dos hijos.
La otra mujer que le sigue los pasos
tuvo que decidir abandonar a dos adolescentes
debajo de un árbol, los dejó en manos de Dios para seguir caminando con otros
cinco. La sed y el hambre arrebatan las vidas de los que no resisten. Millones
de personas en riesgo. La muerte camina entre las sombras de sus esqueletos
descarnados. Sombras con el alma rota, sin agua, sin alimentos. No pueden
llorar a sus muertos. Deben seguir caminando a Kenia que está esperando. Un
paso gigantesco para ellas.
Ella es Wardo Yusuf camina con una pequeña de un año en la
espalda y otro de la mano. Sólo tiene dos litros de agua. Si no lo logra, si no
llega al campamento de refugiados, deberá vivir con los fantasmas de sus niños. El milagro está en el bidón de agua.
Somalia con una población de un poco más de nueve millones
de personas sufre frente a la mirada indiferente de los poderosos y a los
paliativos de los organismos internacionales. No basta. Sobras para
ellos que no tienen nada de nada.
Somalia tiene problemas con sus dioses
que evidentemente no se han puesto de acuerdo aún. Los hombres tampoco, los somalíes hablan tres
lenguas -italiano, árabe e inglés- en las que no se ponen de acuerdo los
políticos del país. Resabios de colonialismo, pienso.
Wardo Yusuf debe abandonar a su niño desfalleciente. En el umbral del dolor arroja parte del
agua que lleva como tesoro sobre la cabeza del niño que durante cuatro años
cobijó en su lecho. Pide ayuda a los otros migrantes. Nadie la auxilia. Lo deja, tapa el pequeño cuerpo con ramas secas. Una mujer en el límite salva al hijo que tiene más posibilidades y sigue. “Dios da y Dios quita" dice y camina.http://www.ellitoral.com/index.php/id_um/97384-unas-857000-personas-necesitan-ayuda-urgente-por-falta-de-comida-en-somalia
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