Hay golpes en la vida, tan fuertes...Yo no
sé!
Golpes como del odio de Dios; como si
antes ellos,
La resaca de todo lo sufrido
Se empozara en el alma... Yo no sé!
Son pocos; pero son... Abren zanjas
oscuras
En el rostro más fiero y en el lomo más
fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros
atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los cristos del
alma,
De alguna fe adorable que el Destino
blasfema.
Esos golpes sangrientos son las
crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre Pobre... pobre...! vuelve los
ojos, como
cuando por sobre el hombros nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo
no sé!
Este poema pertenece a la obra publicada en Lima en 1918, Los
heraldos negros de César Vallejo. Los poemas marcan una
diferencia expresiva con el Modernismo, aun cuando la obra es de filiación
modernista. En 1922 el autor publicará Trilce cuya poética
marca la irrupción de las vanguardias.
La obra pertenece a la época en que César Vallejo era estudiante
universitario, una época sacudida por cambios sociales, políticos –una mayor
influencia de las fuerzas armadas y el progresivo deterioro de la oligarquía- e
ideológicos, la irrupción de la filosofía marxista y del psicoanálisis.
César Vallejo fue criado en un ambiente católico, en medio de expresiones
culturales encontradas donde la oralidad y el sincretismo sobrevivían al oleaje
de la modernidad. El sustento ideológico y poético de Vallejo se nutrió en la
multiplicidad cultural de la sociedad peruana de su tiempo. Su acendrado
catolicismo se pone de manifiesto en las alusiones religiosas que leemos
en el poema Los heraldos negros: Dios, Destino, cristos del alma,
charco de culpa. Sin embargo, el texto plantea la duda del amor que
prodiga o que les arrebata Dios a los hombres. Ideas que
surjan tal vez de las corrientes ideológicas de principios de
siglo que decíamos.
El hombre y la realidad son los principales motivos de su obra, temas estos
nutridos de su propia experiencia y de la de otros, la injusticia y la
desesperación ante el dolor y la muerte.
La poética de César Vallejo nace de un espíritu profundamente
crítico. “Los heraldos Negros” revela su posición de
compromiso ante el ser humano desgarrado por una feroz dialéctica entre el
hombre y el mundo, en el que existe sin remedio ni paliativo.
En el poema Los heraldos negros, se ponen en juego algunas
ideas rectoras de la literaturidad (concepto acuñado por Jonathan Culler) por
ejemplo, la idea de un discurso polivalente. La literaturidad se asocia al
discurso polivalente o a un discurso portador de un sentido oculto, indirecto y
suplementario. Retomando conceptos de Roman Jakobson, los estudios
literarios han de hacer del procedimiento su personaje único protagonista, el
sujeto del discurso literario.
En este poema advertimos lo que los formalistas rusos denominaron la desfamiliarización
o desautomatización del lenguaje. “En esencia, el concepto de
desautomatización remite a una ruptura inesperada con lo previsible en aras de
una intencionalidad estética” (Pozuelo Yvancos). La desautomatización
o desfamiliarización del lenguaje artístico ofrece una nueva percepción de los
objetos e impide una visión automatizada.
- El
análisis del poema revela el uso de procedimientos como paralelismos y
repeticiones.
Hay golpes en la vida, tan fuertes ... yo
no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante
ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma ...Yo no sé!
- En el
plano del significante, emplea la rima y la aliteración.
Son pocos, pero son... Abren
zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.*
Serán tal vez los potros de bárbaros
atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
- Rima
consonante en los versos pares.
- Puntos
suspensivos como equivalentes del texto.
- La aliteración:
La repetición de la Pe refuerza la idea de golpe (golpe, empozara,
pocos, potros, crepitaciones, pan, puerta, pobre, palmada, culpa).
- En el
plano del significado, las metáforas golpes, resaca, potros de atilas,
heraldos negros de la muerte, caídas de los cristos del alma,
crepitaciones de algún pan... han sido empleadas para hablar del dolor
humano. Tal vez sean sus propios dolores, porque fue la suya una vida
cercada por la muerte (la de un hermano, sus padres, sus amores y sus
amigos).
El dolor del yo lírico está presente en este poema y en muchos otros, como en Espergesia:
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo,
que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.
Yo nací un día
que Díos estuvo enfermo.
Hermano, escucha, escucha...
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo,
que mastico... Y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de féretro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.
Todos saben... Y no saben
que la luz es tísica,
y la Sombra gorda...
Y no saben que el Misterio sintetiza...
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
Vallejo dice hoy la Muerte está soldando cada lindero
a cada hebra de cabello perdido, desde la cubeta de un
frontal, donde hay algas, toronjiles que cantan divinos
almácigos en guardia, y versos antisépticos sin dueño.
LV, de Trilce
El poeta César Vallejo hizo amistad con Manuel Gonzáles Prada y Abraham Valdelomar, e integró el grupo “Colonida”, gracias a este último, enriqueció su visión del mundo a través del contacto con las nuevas corrientes artísticas europeas. A Gonzáles Prada -cuya muerte le afectó profundamente- le dedicó el poema “Los dados eternos”: Para Manuel Gonzáles Prada esta emoción bravía y selecta, una de las que, con más entusiasmo, me ha aplaudido el gran maestro. Luego de la muerte de su maestro Gonzáles Prada se evidenció la íntima desesperación y crisis en que ya se encontraba inmerso el poeta.
Se diría que César Vallejo vivió tan cerca de la muerte que ella pasó a ser
su confidente. Los versos que siguen se confirmaron con los hechos. El poeta
murió en París tal como lo había escrito en Piedra negra sobre una piedra blanca.
Me moriré en París con
aguacero
Un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París – y no me corro –
Tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Piedra negra sobre
una piedra blanca