lunes, 30 de noviembre de 2015

Siguen cantando


Hoy conocimos a otro nieto recuperado, ya son 119 y la madre vive. 

Siguen cantando
I        
Ronda la memoria
Son sombras esquivas. En las fábricas
Cantan las sombras,
Cantan por  la sierra.
No pudo el silencio esconder el canto.

Un día  y otro
Comienzan  a verse a los   niños escondidos
De los brazos maternos,
Un día u otro conocemos sus nombres
(Dormidos se los habrán llevado
O despiertos y en llanto
De los vientres saqueados).
Ellos cantan, siguen cantando.

No aparecieron. Los buscamos,
No alcanzó la muerte para  negarlos.
El silencio envolvió el dolor
En las salas de tortura,
En las fosas comunes,
En el Río de la Plata.
Qué solos habrán estado en el fondo del río.
El silencio es  río. Ellos siguen cantando.

Los pañuelos  se hicieron rondas,
Suplicaron en las iglesias,
Exigieron  en los cuarteles.
Qué solos habrán estado en los campos de la muerte.
El silencio tiene las botas puestas. Ellos siguen cantando.

Los hijos en el río, en las fosas comunes.
Las madres en la plaza.
Las rondas fueron madres
Han parido más plazas
Por los pueblos, aquí y allá
Sacuden  las palabras, pero el río es sordo.
Qué  frío,  el agua y el barro  en el fondo del río.
Se  rompen siniestras  las cadenas que  los atan,
Se quiebran los pactos de silencio.
Hay juicios, jueces, condenados
(Viejos en la cárcel).
Qué solos están en el fondo del río.
Ellos siguen cantando.

Los buscan.
Golpeando  las conciencias
Arrinconaron el olvido.
Los buscan,
Van cada jueves en ronda,
Van con  los sueños anudados
Sujetando recuerdos                  
En las camas deshechas  por la ausencia,
En las sillas vacías,
En las  miradas tristes.
Y van,  tejen la ronda.
Y  van, cada jueves de marcha.
Porque ellas no detienen sus pasos,
Ellos siguen cantando.

II
Una pareja de gorriones sobre la rama
Intenta trinos.
En la fosa una calavera
Pugna por salir y ser antorcha,
Hoguera que disemine fuegos.

Árbol, rama, fosa,
Son a la vez trino y fogata.
En las fosas
Se oyen,
Sobrevuelan los sueños.

Tiemblan los trinos de las  aves,
De la tierra sale el fuego y la canción.
Por rigor del destino,
La utopía  sigue entonando su canto.


III
Las rompieron,
Incansables amarraron sus zapatos al amor,
Por eso andan por ahí edificando pedazos.
Les tajearon el corazón,
Entonces cada jueves  atan  la vida a sus pañuelos.

Porque los pasos de sus madres se clavaron a la plaza,
Ellos siguen cantando.



sábado, 31 de octubre de 2015

Una mujer descalza

                   I

Una mujer vestida de fiesta
Camina con tacones
Por empedrada calle.
Tropieza con un hombre
De saco en mano
Y corbata floja.
Ambos absortos       
En las tribulaciones de los abandonados.
Se miran.                 
Se parecen. Por eso
Eligen seguir juntos.
Ella,  los zapatos en la mano,
Roto el tacón del zapato izquierdo, el del corazón;
Él,  la corbata desanudada, el pecho abierto.
Caminan,
No saben hacia dónde;
Pero la vida es sabia, piensa ella
Que cree en el destino.
Justo ahora que ya no espero nada, se dice él.
Y sonríen cuando la uña larga del meñique,
Roja, tan pétalo,  roza tímidamente
El meñique viril que se alza.

.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Los heraldos negros, César Vallejo (1892-1938)

 

 



Hay golpes en la vida, tan fuertes...Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si antes ellos,
La resaca de todo lo sufrido
Se empozara en el alma... Yo no sé!
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
En el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los cristos del alma,
De alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre Pobre... pobre...! vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombros nos llama una palmada;

vuelve los ojos locos, y todo lo vivido

se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
                       
Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!

                              

Este poema pertenece a la obra  publicada en Lima en 1918, Los heraldos negros de César Vallejo. Los  poemas  marcan una diferencia expresiva con el Modernismo, aun cuando la obra es de filiación modernista. En 1922 el autor publicará Trilce cuya poética marca la irrupción de las vanguardias.
La obra pertenece a la época en que César Vallejo era estudiante universitario, una época sacudida por cambios sociales, políticos –una mayor influencia de las fuerzas armadas y el progresivo deterioro de la oligarquía- e ideológicos, la irrupción de la filosofía marxista y del psicoanálisis.
César Vallejo fue criado en un ambiente católico, en medio de expresiones culturales encontradas donde la oralidad y el sincretismo sobrevivían al oleaje de la modernidad. El sustento ideológico y poético de Vallejo se nutrió en la multiplicidad cultural de la sociedad peruana de su tiempo. Su acendrado catolicismo se pone de manifiesto en las  alusiones religiosas que leemos en el poema Los heraldos negros: Dios, Destino, cristos del alma, charco de culpa. Sin embargo,  el texto plantea la duda del amor que prodiga  o que les arrebata Dios a los hombres. Ideas que surjan  tal vez de las  corrientes ideológicas de principios de siglo que decíamos.
El hombre y la realidad son los principales motivos de su obra, temas estos nutridos de su propia experiencia y de la de otros, la injusticia y la desesperación ante el dolor y la muerte.  
La poética de César Vallejo nace de un espíritu profundamente crítico. “Los heraldos Negros” revela su posición de compromiso ante el ser humano desgarrado por una feroz dialéctica entre el hombre y el mundo,  en el que existe sin remedio ni paliativo.

En el poema Los heraldos negros, se ponen en juego algunas ideas rectoras de la literaturidad (concepto acuñado por Jonathan Culler) por ejemplo, la idea de un discurso polivalente. La literaturidad se asocia al discurso polivalente o a un discurso portador de un sentido oculto, indirecto y suplementario. Retomando conceptos de  Roman Jakobson, los estudios literarios han de hacer del procedimiento su personaje único protagonista, el sujeto del discurso literario.

En este poema advertimos lo que los formalistas rusos denominaron la desfamiliarización o desautomatización del lenguaje. “En esencia, el concepto de desautomatización remite a una ruptura inesperada con lo previsible en aras de una intencionalidad estética” (Pozuelo Yvancos). La desautomatización o desfamiliarización del lenguaje artístico ofrece una nueva percepción de los objetos e impide una visión automatizada.


  • El análisis del poema revela el uso de procedimientos como paralelismos y repeticiones.
Hay golpes en la vida, tan fuertes ... yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido

se empozara en el alma ...Yo no sé!
                               

  • En el plano del significante, emplea la rima y la aliteración.
Son pocos,  pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.*
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
         

  • Rima consonante en los versos pares.
  • Puntos suspensivos como   equivalentes del texto.
  • La aliteración: La repetición de la Pe refuerza la idea de  golpe (golpe, empozara, pocos, potros, crepitaciones, pan, puerta, pobre, palmada, culpa).


  • En el plano del significado, las metáforas golpes, resaca, potros de atilas, heraldos negros de la muerte, caídas de los cristos del alma, crepitaciones de algún pan... han sido empleadas para hablar del dolor humano. Tal vez sean sus propios dolores, porque fue la suya una vida cercada por la muerte (la de un hermano, sus padres, sus amores y sus amigos). 

El dolor del yo lírico está presente en este poema  y en  muchos otros, como en Espergesia:
 Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,
que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.

Yo nací un día
que Díos estuvo enfermo.

Hermano, escucha, escucha...
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.

Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,
que mastico... Y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de féretro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.
Todos saben... Y no saben
que la luz es tísica,
y la Sombra gorda...
Y no saben que el Misterio sintetiza...
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,

Grave.


Vallejo dice hoy la Muerte está soldando cada lindero
a cada hebra de cabello perdido, desde la cubeta de un
frontal, donde hay algas, toronjiles que cantan divinos
almácigos en guardia, y versos antisépticos sin dueño.
LV, de Trilce

El poeta César Vallejo hizo amistad con Manuel Gonzáles Prada y Abraham Valdelomar, e integró el grupo “Colonida”, gracias a este último, enriqueció su visión del mundo a través del contacto con las nuevas corrientes artísticas europeas. A Gonzáles Prada -cuya muerte le afectó profundamente- le dedicó el poema “Los dados eternos”: Para Manuel Gonzáles Prada esta emoción bravía y selecta, una de las que, con más entusiasmo, me ha aplaudido el gran maestro. Luego de la muerte de su maestro Gonzáles Prada se evidenció la íntima desesperación y crisis  en que ya se encontraba inmerso el poeta.
Se diría que César Vallejo vivió tan cerca de la muerte que ella pasó a ser su confidente. Los versos que siguen se confirmaron con los hechos. El poeta murió en París tal como lo había escrito en Piedra negra  sobre una piedra blanca.

                             Me moriré en París con aguacero
                             Un día del cual tengo ya el recuerdo.
                             Me moriré en París – y no me corro –
                             Tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
                                                 Piedra negra sobre una piedra blanca










martes, 4 de agosto de 2015

Los lápices de colores

- Patrón,  lo que mande, decía la Tata. Entonces, como siempre,  se me mojaban las piernas,  me pasó desde  chica  y el Patrón venía a la casa a visitar a mis dos hermanas mayores, a mí me vio después, cuando  él llegaba me hacía encima,  me hablaba la Tata y le decía que sí,  que no lo iba a hacer más,  pero no podía, él se bajaba del auto, saludaba, le daba algo a la Tata,  lo veía ahí en el patio de la casa y,  al mismo tiempo que sonreía, sus ojos me recorrían, empezaba a sentir que se me mojaban las piernas, primero caía despacio un chorrito caliente, me dolía, me daba vergüenza, es por el miedo, me decía  tengo que hacer fuerza, no respirar porque si respiro y me muevo se va a mojar el piso,  la Tata me repetía siempre “cochina mirá lo que hacés andá a lavarte que al Patrón no le gusta que estés  sucia”. Corría a lavarme,  me echaba agua de la canilla del baño, saltaban las lágrimas por las palabras de la Tata, por la vergüenza, por la mirada del Patrón, antes,  cuando tenía seis o siete, no entendía bien por qué las caricias y las sonrisas del patrón terminaban en sacudones y ruidos de chancho que me  lastimaban, y en esa época me empezó a pasar lo de los orines. La Tata no quiso mandarme más a la escuela, “para qué si no hacés más que mearte encima estúpida de mierda qué vamos a hacer con vos si no fuera por el Patrón ya te hubiera dejado en el hogarcito es el destino éstas inútiles no sirven para nada”.
Desde aquel día  estoy siempre en la casa, no soy como  las otras chicas  que juegan en el patio de la escuela, que es lo que más me gustaría hacer,  juego con los perros  o le tiro maíz a las gallinas, barro la galería todas las mañanas, junto los huevos cuando avisan que han puesto, corto las verduras  y, en el verano,  me la paso en el monte  comiendo frutas, ayudo cuando carnean, pero no me gusta tanto andar con la sangre de los animales y las tripas y todo eso que está lleno de grasa y de mierda; me gusta más andar por la chacra, seguir el rastro que dejan las hormigas para desarmar los hormigueros  con agua, los inundo hasta que  se derrumban y salen desesperadas,  son más vivas que yo, porque corren cuando ven el peligro.
Pero lo que más me gusta es el día domingo,  cuando vienen las vecinas a visitarnos y la Rubi, que es tan buena, me enseña a leer  un librito que trae junto con papeles en blanco arrancados de sus cuadernos viejos, dice que le viene el  apuro por empezar uno nuevo y entonces deja algunas hojas sin escribir, pero a mí se me hace que las deja para traérmelas  y  trae lápices también, me presta tres o cuatro, el negro es para escribr mi nombre y apellido, Esperanza Aguirre, así me puso mi mamá que se murió cuando yo llegué a este mundo, no sé por qué no habrá podido quedarse un poquito más conmigo.
Esperanza, inútil, estúpida, meona me dicen. Esperanza, sí Patrón, lo que usted mande, me acostumbró a decir la Tata  para que no se enojara. La Rubi me presta  el lápiz rojo y  el  verde, me los va a regalar cuando pase Navidad  y a ella le regalen una caja nueva para colorear, entonces voy a tener lápices yo también, más gastados, pero igual pintan o dibujan, que es lo que más me gusta, porque yo tengo uno solo, que se le cayó al Patrón del bolsillo cuando se  puso  la camisa,  aquel día que yo ya no lloré, que hice mucha fuerza para no pegarle y sacármelo de encima como me dijo la Rubi, porque  si le hacía caso a ella, capaz que en serio la Tata se enojaba y me dejaba en el hogarcito de las monjas y no salgo de ahí hasta los dieciocho  y no puedo ver más a mis hermanas ni a la Rubi. Yo  tomé el lápiz, pero nada más; él dio vuelta la cabeza rápido para ver qué agarraba, por si le robaba algo y me dijo “quedátelo para qué querés eso vos que sos un animalito”  y me lo quedé. Yo de lo demás no sé nada.
Entonces cuando voy a cuidar las ovejas  y descanso en el sauce llorón, mi sauce, saco los papelitos que me dio la Rubi o que la Tata tira, antes de que vayan a parar a la basura, y dibujo  las nubes, sobre todo las que tienen  formas raras, dibujo  vacas y cabras y chanchitos y palomas y gorriones y calandrias, lástima que no pueda pintar mis animalitos de mentira, para mí tienen vida, aunque sean defectuosos.  Eso sí, los sonidos del campo los  tengo en la cabeza y silbo bonito, las calandrias me contestan,  con ellas me entretengo todas las mañanas, cuando vienen al árbol a darle de comer a sus pichones; ellas cantan, yo les respondo, me debe salir bien, porque me siguen un rato largo. Al Patrón lo carnearon como a un chancho, yo lo encontré, pero no sé quién lo hizo, lo habían despanzurrado en el galpón, lo vi cuando fui a buscar maíz para la bataraza y sus pollitos. Yo no sé nada, señor, le juro.
Cuándo llegará la Navidad, no veo la hora de que sea  el 25 de diciembre y la Rubi me regale los lápices, porque ella los va a sacar de la caja de las cosas viejas para traémelos, eso sí, son más chiquitos,  están gastados pero llenos de color. No los va a tirar, me dijo,  porque yo los estoy esperando. Ahora, claro, no sé si va a venir hasta acá, si la madre la dejará venir a este lugar,  si me llevaran al hogarcito, a lo mejor sí la veo y me da los colores. Al final,  creo que estaría mejor con las monjas que en esta celda mugrienta, es tan chico el lugar, aunque hay unas calandrias que ya me descubrieron por el silbido, las miro por la ventanita, hay un nido en el árbol que se recuesta sobre la pared, los pájaros revolotean, y yo les silbo y  me contestan,  eso, señor, no  está prohibido, no. Hace tres días  que estoy encerrada y nadie me saca de acá, yo quiero irme. Será como dice la Tata a cada uno le toca  la vida   que le toca, si al menos me dieran un lápiz y un pedacito de papel.

lunes, 3 de agosto de 2015

Los lápices de colores

LOS INVITO A LEER EL N° 29 DE LA REVISTA CREPÚSCULO. MI CUENTO:  "LOS LÁPICES DE COLORES". ESTOY MUY AGRADECIDA POR LA PARTICIPACIÓN.

http://www.fundaciontrespinos.org/revista-crepusculo/



Antonina Rzhevskaya (1861-1934)-una chica en la ventana
(óleo sobre lienzo-75cm x 58cm)
- Patrón,  lo que mande, decía la Tata. Entonces, como siempre,  se me mojaban las piernas,  me pasó desde  chica  y el Patrón venía a la casa a visitar a mis dos hermanas mayores, a mí me vio después, cuando  él llegaba me hacía encima,  me hablaba la Tata y le decía que sí,  que no lo iba a hacer más,  pero no podía, él se bajaba del auto, saludaba, le daba algo a la Tata,  lo veía ahí en el patio de la casa y,  al mismo tiempo que sonreía, sus ojos me recorrían, empezaba a sentir que se me mojaban las piernas, primero caía despacio un chorrito caliente, me dolía, me daba vergüenza, es por el miedo, me decía  tengo que hacer fuerza, no respirar porque si respiro y me muevo se va a mojar el piso,  la Tata me repetía siempre “cochina mirá lo que hacés andá a lavarte que al Patrón no le gusta que estés  sucia”. Corría a lavarme,  me echaba agua de la canilla del baño, saltaban las lágrimas por las palabras de la Tata, por la vergüenza, por la mirada del Patrón, antes,  cuando tenía seis o siete, no entendía bien por qué las caricias y las sonrisas del patrón terminaban en sacudones y ruidos de chancho que me  lastimaban, y en esa época me empezó a pasar lo de los orines. La Tata no quiso mandarme más a la escuela, “para qué si no hacés más que mearte encima estúpida de mierda qué vamos a hacer con vos si no fuera por el Patrón ya te hubiera dejado en el hogarcito es el destino éstas inútiles no sirven para nada”.
Desde aquel día  estoy siempre en la casa, no soy como  las otras chicas  que juegan en el patio de la escuela, que es lo que más me gustaría hacer,  juego con los perros  o le tiro maíz a las gallinas, barro la galería todas las mañanas, junto los huevos cuando avisan que han puesto, corto las verduras  y, en el verano,  me la paso en el monte  comiendo frutas, ayudo cuando carnean, pero no me gusta tanto andar con la sangre de los animales y las tripas y todo eso que está lleno de grasa y de mierda; me gusta más andar por la chacra, seguir el rastro que dejan las hormigas para desarmar los hormigueros  con agua, los inundo hasta que  se derrumban y salen desesperadas,  son más vivas que yo, porque corren cuando ven el peligro.
Pero lo que más me gusta es el día domingo,  cuando vienen las vecinas a visitarnos y la Rubi, que es tan buena, me enseña a leer  un librito que trae junto con papeles en blanco arrancados de sus cuadernos viejos, dice que le viene el  apuro por empezar uno nuevo y entonces deja algunas hojas sin escribir, pero a mí se me hace que las deja para traérmelas  y  trae lápices también, me presta tres o cuatro, el negro es para escribr mi nombre y apellido, Esperanza Aguirre, así me puso mi mamá que se murió cuando yo llegué a este mundo, no sé por qué no habrá podido quedarse un poquito más conmigo.
Esperanza, inútil, estúpida, meona me dicen. Esperanza, sí Patrón, lo que usted mande, me acostumbró a decir la Tata  para que no se enojara. La Rubi me presta  el lápiz rojo y  el  verde, me los va a regalar cuando pase Navidad  y a ella le regalen una caja nueva para colorear, entonces voy a tener lápices yo también, más gastados, pero igual pintan o dibujan, que es lo que más me gusta, porque yo tengo uno solo, que se le cayó al Patrón del bolsillo cuando se  puso  la camisa,  aquel día que yo ya no lloré, que hice mucha fuerza para no pegarle y sacármelo de encima como me dijo la Rubi, porque  si le hacía caso a ella, capaz que en serio la Tata se enojaba y me dejaba en el hogarcito de las monjas y no salgo de ahí hasta los dieciocho  y no puedo ver más a mis hermanas ni a la Rubi. Yo  tomé el lápiz, pero nada más; él dio vuelta la cabeza rápido para ver qué agarraba, por si le robaba algo y me dijo “quedátelo para qué querés eso vos que sos un animalito”  y me lo quedé. Yo de lo demás no sé nada.
Entonces cuando voy a cuidar las ovejas  y descanso en el sauce llorón, mi sauce, saco los papelitos que me dio la Rubi o que la Tata tira, antes de que vayan a parar a la basura, y dibujo  las nubes, sobre todo las que tienen  formas raras, dibujo  vacas y cabras y chanchitos y palomas y gorriones y calandrias, lástima que no pueda pintar mis animalitos de mentira, para mí tienen vida, aunque sean defectuosos.  Eso sí, los sonidos del campo los  tengo en la cabeza y silbo bonito, las calandrias me contestan,  con ellas me entretengo todas las mañanas, cuando vienen al árbol a darle de comer a sus pichones; ellas cantan, yo les respondo, me debe salir bien, porque me siguen un rato largo. Al Patrón lo carnearon como a un chancho, yo lo encontré, pero no sé quién lo hizo, lo habían despanzurrado en el galpón, lo vi cuando fui a buscar maíz para la bataraza y sus pollitos. Yo no sé nada, señor, le juro.
Cuándo llegará la Navidad, no veo la hora de que sea  el 25 de diciembre y la Rubi me regale los lápices, porque ella los va a sacar de la caja de las cosas viejas para traémelos, eso sí, son más chiquitos,  están gastados pero llenos de color. No los va a tirar, me dijo,  porque yo los estoy esperando. Ahora, claro, no sé si va a venir hasta acá, si la madre la dejará venir a este lugar,  si me llevaran al hogarcito, a lo mejor sí la veo y me da los colores. Al final,  creo que estaría mejor con las monjas que en esta celda mugrienta, es tan chico el lugar, aunque hay unas calandrias que ya me descubrieron por el silbido, las miro por la ventanita, hay un nido en el árbol que se recuesta sobre la pared, los pájaros revolotean, y yo les silbo y  me contestan,  eso, señor, no  está prohibido, no. Hace tres días  que estoy encerrada y nadie me saca de acá, yo quiero irme. Será como dice la Tata a cada uno le toca  la vida   que le toca, si al menos me dieran un lápiz y un pedacito de papel.

martes, 7 de julio de 2015

QUIERO


Cuando un hombre  golpea
Perdió los estribos, dicen
Aunque nadie sepa dónde;
El   hombre violento
Tiene miedo,       
 Se  le ha caído roto
 El amor. El corazón vacío.

Yo quiero un hombre
Que no me mate
Ni  de amor, ni a palos;
Se  consuma conmigo
En  el fuego de los cuerpos desnudos
Y no muera, si se marcha. O se muere.                      
Si con  las decepciones sufre,
Que no me pegue;
Si  por las cosas de la vida
Pierde  todo y se desalienta,
Si pierde  la cordura antes que el amor
Que no me pegue;
Si el trabajo es duro,
No amenace con el puño cerrado
Y la maldición en la boca;
Y si no pudiera o no quisiera amarme
Que no grite, ni culpe a nadie;
Que arranque  su machismo
De macho cabrón
De la cama,
De  la cocina,
Por las calles
Y saque a pasear
Su condición de  hombre,
De bueno para todo,
Con  sus temores
Tan humanos;
Con sus fracasos a cuestas,
Como una.

Quiero  la promesa: Si un hombre mata
 Que sea sólo una metáfora,
Que sea de amor
Y no a los golpes;

Quiero ése
Que si me estruja el alma,
Sea por la inquietud de su presencia;
Que si el corazón revienta en mi pecho,
Sea por la pasión
Y no por una bala.

Quiero un hombre
Que se quede conmigo
Y no me mate, sino que me acompañe
Hasta el último día
Con mi amor amarrado al suyo
Y un beso en la boca
Que me demore.

lunes, 6 de julio de 2015

Homenaje a Oliverio Girondo, antología.

Cuentos y poemas en la Antología De los Cuatro Vientos de poesía y narrativa. Muy contenta por mi participación.

martes, 16 de junio de 2015

YOLLEO, Oliverio Girondo

Eh vos
tatacombo
soy yo
no me oyes
tataconco
soy yo sin vos
sin voz
aquí yollando
con mi yo sólo solo que yolla y yolla y yolla
entre mis subyollitos tan nimios micropsíquicos
lo sé
lo sé y tanto,
desde el yo mero mínimo al verme yo, harto en todo
junto a mis ya muertos y revivos yoes siempre siempre yollando
y yoyollando siempre
por qué
Si sos
por qué dí
eh vos
no me oyes
tatatodo
por qué tanto yollar
responde
           y hasta cuándo...               

                                                                                   




miércoles, 27 de mayo de 2015

Purmamarca, Jujuy. Argentina

Cerro de los Siete Colores.
Siete colores, yo tengo que cantar
tu memoria,   canasto de almas 
que vienen
de otros tiempos.
Acaso tenga alma la piedra colorida.
Piso tu suelo enmudecida,
Purmamarca, la piedra grita.
Bello poema          
Escrito en la roca constante
Purmamarca, escucho.
Pueblo de la tierra virgen,
Lloro por tus cerros              
La ausencia de las palabras,
La pequeñez de lo humano.
Lloro porque no  puedo hacer más que eso.