martes, 22 de julio de 2014

Quién quiénes


Quién vive en esa casa con olor a almendras,
Quién en la de enfrente que se cae a pedazos,
Pero sueña aún la mujer que espera en la ventana
Y corre al ver pasar la  bicicleta  del cartero
(porque el tiempo le llevó todo menos el amor).
Quiénes se ocultan tras las cortinas
Del comedor vacío
Que espera la llegada del hijo
Ausente.
Quiénes están vistiendo el cadáver
Que se pudre antes de llegar al nicho.
Cuántos lloran
En los rincones oscuros
Después del grito o  de la pesadilla de los golpes.
Qué novia se mira en el espejo y sueña
Y canta y ríe por el amor que tiene y el que vendrá.
Cuántos duermen,
Cuántos no podrán aquietar la voz
De sus conciencias, que hace ruido
Y aturde.
                 


sábado, 19 de julio de 2014

Soles

El sol aún está allí. Pasaron los días
(No  sabemos cuántos) hasta que dejó de dar vida,
Apagado
Sin saberlo, se volvió inútil.
El punto azul morirá de frío.
En  momentos, un hombre temblará de miedo
Y al instante, ya no será.


viernes, 18 de julio de 2014

No es nada

Kiyoshi Nakajima, el pintor del viento
No es nada, ya pasará
La vida es así
Dicen andan diciendo sin ton ni son
Qué saben ellos
Jamás verás otra flor
No importa
La canción sigue indiferente
No importa nada
Qué podremos hacer
Si ya te vas y es for ever
Se está yendo
La última mirada
El beso de despedida
Nunca jamás      
Será igual lo sabemos
Sé que me mientes si yo ya sé que muere cada día
La alegría
La  sonrisa desvanece su esencia
For ever
No quiero más palabras
Ni  música
Ni  metáforas
Que se lleve el viento la pena
Enorme gigante sin comas
Ni puntos
Que se lleve todo de una buena vez
For ever





lunes, 14 de julio de 2014

Los niños maltratados

 No se acuerda cuándo fue, pero  la noción más remota que tiene de  su vida es una paliza. Tendría tres años y, corriendo detrás de la mamá, cruzó la ruta. Por poco, un colectivo casi la atropella. Pero, no. En cambio, tuvo que soportar los golpes del viejo. ¿De qué se habrá tratado eso, pensaba? Tal vez, como una enseñanza.
  No recuerda cariños o mimos masculinos. Le daba miedo la cara que ponía cuando estaba enojado.
  Lo veían poco, ella igual lo quería. Cuando llegaba, se alegraba por un ratito. Después, no. Siempre pasaba algo y castigaba a los niños. “Tiene la mano muy pesada”.  “Mirá que le cuento a tu padre…” y le contaba. “Ya van a ver cuando vuelva tu padre” y  en una retahíla de acusaciones lo volvía loco (que mucho no le faltaba) y los molía a palos con  odio, con un furor que no podía saberse de dónde  venía. Él era como  una usina de odio.
   No es fácil amar y tener terror al mismo tiempo. Amar y temer. Sin embargo, cuando uno es chico no entiende de muchas cosas y cuando eso pasa,  se calla. Menos  fácil es cambiar  el amor por el odio. Tampoco se  hace sencillo  olvidar.
 Nos educan para el amor. Los mandamientos son claros: Amarás a tu padre, a la madre uno la quiere igual.
   Entonces, sucede que entramos en una zona oscura, poco clara para el entendimiento y  no sabemos qué se siente. Tapamos los sentimientos como en aquellos entierros funerarios en los que apilaban roca sobre roca para ocultar los restos de un ser que había tenido vida.  Había sido alguien. No sentimos o no queremos  sentir. ¿Para qué, si duele tanto?
  Duele de modo interminable y silencioso. Como el amor. ¿Será también el dolor  como la sangre que nos mantiene vinculados a otros seres que decimos son nuestra familia?. 
  Hay un río silencioso que corre hiriendo cuerpos, memorias, olvidos. Así, el amor, el rencor y el miedo  atraviesan el tiempo,  lentos y contundentes por generaciones. 
  Los niños maltratados. Silenciosos. Oprimidos. Sedientos. Y quema el alma el dolor.



Crónica

No era la primera vez

  Lo vio cuando la chica entró al dormitorio. Estaba enfurecido. No era la primera vez. Si el chiquito lloraba, se volvía loco. Cuando el de siete años molestaba a la hora de la siesta, gritaba hasta que todos los vecinos salían a la vereda para ver qué pasaba. Nadie se metía.

 Era una pareja despareja. Ella tenía veinticinco o veintiocho, más o menos, y él tenía unos sesenta y pico, usted sabe cómo son esas cosas. Para mí que ella se juntó con el viejo para darle un bienestar a los nenes, pobrecita.  ¿Qué se iba a imaginar? Lástima que se quedó. Todos acá en el barrio le decíamos que se fuera. Pero, ¿adónde iba a ir la pobre con los dos chicos?
  Primero la golpeó y parece que se le fue la mano. Después la colgó del tirante de la pieza… Está muy marcada. El de siete presenció todo. Cuando entramos -ya habíamos oído los gritos, pero allí siempre peleaban ¿quién se iba a meter, vio?- la vimos a ella. Era una chica joven y linda. Él estaba colgado en el patio, en un roble viejo que había plantado el padre de su padre.



  “El sexagenario habría asesinado a su esposa y luego se quitó la vida, en presencia de un niño de siete años”, dijo el periodista rosarino en el noticioso del mediodía.

sábado, 12 de julio de 2014

Mudanza





Cada día algo se transforma y también resiste.
Mudanza.
No sabemos, pero caminamos
Hacia el destino que nos escoge
O que construimos cada vez que respiramos,
Que besamos al que amamos
O que nos miramos en los otros.
Metamorfosis.
Cambió el ser
Esa vez que deseamos encontrar el reposo en el acantilado
Y le  dimos la espalda para seguir
Temblando de miedo en la cornisa
(Por seguir vivos, incluso por morir); cambiamos
Cuando el juego se acaba y no hay revancha,
Aunque siga el perpetuo afán de ganar.
Cada minuto somos y dejamos de ser
Con la alegría del recién nacido,
A pesar de la angustia y el desasosiego.
Fugacidad.
El amor sigue tejiendo la vida en las esquinas,
En las frutas maduras del verano,
En la rosa, que nace fragante y muere temprano,
En la rama que espera la leve silueta del ave
Que llega y canta y se va a otra rama
Y no regresará nunca (no la verá entre tantas,
O no la deseará más o veloz elegirá otra).
Entonces se secará, se quebrará, será talado el árbol
Esperando con amor devastado,
Pero cada astilla guardará el recuerdo del canto
Hasta el final.


                 

lunes, 7 de julio de 2014

TE PUEDEN MATAR




No puedo narrar el dolor puro, por eso la metáfora florece donde hubo llagas.
El peso de las generaciones ha sostenido como mandato imperativo una educación basada en los castigos y la represión. Los padres nos castigaban cuando éramos chicos, como antes los habían castigado a ellos, a quién no le ha sucedido de mi generación; nos daban algún tortazo para aleccionarnos, para que no olvidáramos esas lecciones, para sacarse el gusto o la angustia, para volcar todas las frustraciones en otros seres más débiles, sus hijos. Bonita forma de educar. Aunque no todos tienen los mismos  recuerdos  que nosotros tres -eso de convivir con la locura y el miedo, de espiar por si llega el golpe aleccionador o vengativo, de taparse hasta la cabeza en la cama, por si viboreaba un cinto- imagino que no, no todos lo experimentaron afortunadamente.
Una noche, (no puedo narrar lo sucedido) más que en otros momentos, sentí miedo, mucho miedo, hasta orinarme como un animal, como un perro castigado, asaltado por la brutalidad, la ira, la sorpresa, todo al mismo tiempo. ¿Qué habría de distinto en aquella noche?, ¿qué hizo que fuera determinante en nuestras vidas?, no lo supimos. El que ha sido golpeado brutalmente sabe que no es sólo dolor lo que se experimenta, sino la conciencia de que  pueden matarte si quisieran, que la vida no vale nada, que el cuerpo es un despojo mojado por orines, que los gemidos y súplicas no son oídos y que después de ese hecho que humilla a todos los seres humanos por uno mismo y por el otro, por su falta de amor y su crueldad; después de eso, nada cambiará la historia.
No bastan las lágrimas derramadas para sacudirse el dolor y  el miedo es la única certeza de estar vivo. Sin embargo, la proximidad de la muerte no siempre es el fin, será entonces la constante agonía disimulada tras máscaras y gestos lo que permitirá ser uno más entre tantos. El disimulo de la muerte, la farsa de la vida.

Entró enceguecido  no estaba en casa    ella lo había llamado por teléfono para decirle que nosotras dos le llenábamos la cabeza   que debían separarse que no fuera tan tonta   que se terminara de una vez   que dejara de sufrir que nada iba a cambiar   que de una vez por todas tomara la decisión o que no hablara más del tema y no se quejara con nosotras   que no podíamos hacer nada más que escucharla.
Entró y me tiró de la silla que estaba frente al televisor   no eran más de las 12 de la noche un poco más   me había quedado levantada por miedo   no quería estar en la cama y esperar a que me pegara como cuando éramos chicos    cuando  entraba como loco porque no podía dormir y nos daba una paliza a cada uno y esperábamos sin movernos el turno   éramos tres y no nos escapábamos porque podía ser peor.
Aquella noche me pateó la cabeza   dijo “qué le dijiste a tu madre”   que sos un hijo de puta debí decir pero no   sólo suplicaba que me dejara   y mi hermana corrió y le pegó a ella tan pequeña en la boca del estómago   y se dobló   le dio un puñetazo y la dobló como junco frágil   uno y otro más   la cara sangraba   mi hermana estaba sangrando    todavía hoy sangra.
Corrí hasta la casa de al lado la casa de su hermano y me dijeron que ellos no se metían.
Esa noche nos fuimos para siempre   aunque volvimos a ver a mi madre hasta que murió   nunca le preguntamos por qué nos había hecho eso  por qué ella hizo que nos castigara así.
 Nunca jamás le reprochamos lo ocurrido  el amor nos hizo comprender y perdonarla.
Nunca  hasta que ella murió lo hablamos con mi hermana.
Y con él nunca más,  claro.

Fue ver a otro en mi lugar, en espejo, verme a mí misma golpeada, orinada, fue  la sangre  de mi hermana lo que marcó la diferencia  entre esa paliza y otras, para siempre. Ahora lo sé.
Aquella noche no fue el fin, pero lo que se quebró jamás volvió a unirse, ni las heridas han cicatrizado. En un minuto, supe lo que era estar suspendida en un hilo, colgada entre nubes de dolor, como las que dibujan los niños en los primeros años, pude  ver el centro de las flores efímeras y dentro de corazones rotos, flechados por amores olvidados. Acaso fue el devenir trabajoso, la lucha permanente lo que hizo diferente y posible  mi existencia (mi hermana, no pudo), además están los libros, las palabras, escribir, haber leído tanto y comprender al ser humano vulnerable que soy y que son los demás. Y el perdón.




jueves, 3 de julio de 2014

Seguimos andando

Una telaraña separa la alegría del dolor más intenso,
Un soplo, una pisada en la arena,
Una caricia suave, el trino del ave en fuga.
Así de modo imperceptible, un día,
Un minuto sigue a  otro que ha sido fatal,
Envenenado, desquiciado,
Vuelve el alma al cuerpo, corre vital la savia,
Se regeneran las células,
Se añade vida nueva a la cuenta,
Otra mano como en el juego de naipes,
Otra vuelta de ron o de vino,
Con amigos, con amores, con uno mismo,
Liberando el fuego que abrasa,
Desperezando el deseo dormido,
Nos levantamos
Y seguimos andando.