Espera el instante inicial para nacer el verbo.
Crece la urgencia por ser.
Susurro palabras
menudas, incompletas,
minúsculas, interruptas,
ahuecadas, menguadas, desdeñadas,
minusválidas, arrinconadas
con miedo. Otros, en cambio,
lanzan palabras
como piedras, como puñales
agraviantes, rencorosas, viles,
envilecidas por la mierda del mundo.
Explotan las palabras
desfiguradas, monstruosas de los criminales confesos.
Suenan palabras
modestas de los que piden perdón,
vacías de los que los que bla bla
bla,
que no son escuchadas
por zonzas.
Mi voz espera pronunciar palabras
(entrañables, genuinas, intachables)
amorosas.
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