domingo, 23 de febrero de 2014

Madre nueva



Nadie te anunció.
Llegaste.
No te esperaba.

Me cercó la tristeza
hasta tu llegada.
La soledad creció como una estrella desmedida
hasta tu llegada.
Lo iluminaste todo con tu vida.

El encuentro fue de amor
y voraz el temor de madre nueva.
Nadie me dijo que vendrías. Llegaste
inocente,
me llamaste desde el interior de la tierra,
desde lo más remoto de lo humano,
cálido y suave,
temeroso como pez que se estremece en la orilla.
Tu reclamo se hizo oír
y tu llanto se confundió con el mío.
Mis pechos fueron surtidores de leche,
amapolas de sal y de miel.

Nada tenía para darte.
No pediste nada más que sorber la vida que de mí fluía.
Nada tenía, por eso elegí ofrecerte
toda mi vida, hijo.



sábado, 22 de febrero de 2014

Juan Muraña de Jorge Luis Borges. Una lectura posible

Juan Muraña, el cuchillo




Análisis del cuento de Jorge Luis Borges.

“Que un individuo quiera despertar en otro individuo recuerdos que no pertenecieron más que a un tercero, es una paradoja evidente.” Jorge Luis Borges


En el cuento Juan Muraña, el narrador sujeto del enunciado, es el personaje Borges que comienza diciendo: “Me crié del otro lado de una larga verja de lanzas (...) Palermo del cuchillo y de la guitarra andaba (me aseguran) por las esquinas.” El verbo impersonal desde el principio da cuenta de otras voces que se suman a la de Borges y alimentan muchos de sus textos.
“En 1930 consagré un libro a Carriego”. En este caso, el personaje mimetizado en el escritor, alude a la obra del Borges real, a los fines de establecer una relación con el otro personaje que presentará, su condiscípulo Trápani.
Cuando aparece  Emilio Trápani, el personaje Borges no manifiesta emoción o alegría por el reencuentro, más bien frialdad y distancia. Es evidente que pertenecen a mundos diferentes, pero el otro conoce ese mundo que él vio desde el límite, tiene entonces  autoridad para contar la historia de Muraña y la cuenta.
Trápani le dice: “Yo conozco a esa gente (...) Soy sobrino de Juan Muraña”. Es así como introduce al protagonista del cuento, Juan Muraña, un cuchillero famoso que es evocado con admiración. El narrador le cedió la palabra a Trápani, pero antes había caracterizado su estilo: “Algunos énfasis de tipo retórico y frases largas...” Este es un aspecto de la transtextualidad, la metatextualidad, o un fingido comentario sobre el (fingido) discurso de Trápani, creado por Borges para borrar su presencia, su propia voz.
Sin embargo, este nuevo narrador recurre también a otras voces para referirse a ese tío desconocido, soñado y admirado por ser un hombre de coraje, de quién no se sabe a ciencia cierta cuál fue el destino final: “Sobre mi tío corrieron muchos cuentos (...) Se tiró del pescante y se rompió el cráneo... o lo buscaba la ley y se fugó al Uruguay”. Aparecen, además de las otras voces, algunas marcas de imprecisión:
No faltó quien dijera, (…)
También se dijo, (…)
Mi madre no me explicó la cosa, (…)
Yo era muy chico y no guardo memoria de él, (…)
La casa de un tal señor Luchessi. (…)
¿Quién o quiénes hablan? Puede ser ésta quizá una primera hipótesis de lectura.

Ante la muerte de un surero insolente que mató Juan Muraña dice Trápani:
“No sé si la historia es verdad, lo que importa ahora es el hecho de que haya sido referida y creída”. En primer lugar, dice que es una historia, está definiendo el tipo de texto (architextualidad). En segundo lugar, podemos plantear otra hipótesis de lectura, no menos interesante que la anterior, ya que instala la escritura o el acto de narrar por sobre la realidad. A partir de esta premisa, nos preguntaremos si es el enunciado lo que hace posible la realidad. Este tema lo retomará al final el personaje Borges.

Volvamos ahora al sujeto del enunciado, ya dijimos que un Borges le cede la palabra a Trápani, que usa la primera persona gramatical: Yo me veía, me tentaba; pero que también suele jugar con la imprecisión, porque conoce al personaje a través de los otros, porque era chico cuando ocurrieron los hechos y transcurrió mucho tiempo. Aparece el concepto de tiempo. “No sé cuánto duró la zozobra”. “Tu padre nos dijo que no se puede medir el tiempo por días...” Sería interesante, entonces, que los alumnos sepan de la influencia que ejerció en Borges su padre a través de las lecturas o de las ideas. Sería valioso descubrir algunos aspectos de la historia familiar, de sus lecturas en la biblioteca, para dirigir la mirada sobre las huellas que dejaron algunos autores en él, a fin de reconocer su filiación literaria y, no tanto, su biografía o su prosapia aristocrática para explicar la obra.

La acción de Juan Muraña se centra en el problema familiar, el desalojo. Éste será el conflicto que llevará al desenlace trágico. Alguien mató a Luchessi, el dueño de la casa donde vivían Trápani, su madre y la tía Florentina, antes de que fueran desalojados. Y, a la manera del género policial, conocemos al asesino al final y es el personaje menos pensado: la tía Florentina.
La mujer de Juan Muraña, tía Florentina, merece nuestra especial atención. Certeramente el narrador la muestra indefensa y débil, un poco loca por la desaparición del hombre amado, pero es en realidad brava como un tigre para defender lo que ama. El amor como tema es poco frecuente en Borges escritor, al menos el amor romántico. ¿Podría ser ésta otra hipótesis para abordar otras obras de Borges?
Tía Florentina encarna a su hombre, es él. En la primera lectura creemos que Juan no ha muerto y volvió para matar a Luchessi o que estamos leyendo un cuento fantástico y el fantasma del muerto es el homicida. El narrador ha creado un clima de incertidumbre propia del género. Sin embargo, nos enteramos de la verdad por la confesión de la mujer.
El Trápani niño descubre al autor del crimen, se lo dice la misma tía Florentina. Es Juan, el puñal. Como en otros textos de Borges, por ejemplo en El encuentro de El informe de Brodie, o In Memorian J. F. K. de El hacedor, los hombres son instrumentos de las armas. Y el hombre fue un cuchillo. La tía Florentina toma el lugar del hombre-tigre y mata en defensa de su familia. Desde ese momento es el otro, es Juan, es el cuchillo.

En el final, Borges retoma la palabra para develar los símbolos y algunos de los temas recurrentes de su mundo: el tiempo, la memoria. “Juan Muraña fue un hombre (...) y que después fue un cuchillo y ahora la memoria de un cuchillo y mañana el olvido, el común olvido.” Daremos cuenta de este magnífico encabalgamiento. Juan Muraña en vida fue un cuchillero famoso, un cuchillo vengativo o redentor en las manos de tía Florentina, la memoria de un cuchillero y de un cuchillo en la voz de Trápani y mañana, dice Borges personaje, el común olvido. ¿Por qué el común olvido? ¿Qué o quiénes están destinados o son dueños del común, del ordinario olvido? ¿Todo lo que no entre en el sistema literario, lo que no tenga status académico, lo que no sea producto del arte o de las ciencias pasará al olvido? ; quienes no tengan ni una lápida serán olvidados, se pregunta. Juan Muraña -no lo sabemos con certeza- no tuvo epitafio, ya que se ignora su destino final. Entonces, el común olvido sería inevitable para él. Pero la palabra escrita, todas las voces que lo nombraron, lo seguirán nombrando quién sabe hasta cuándo y, cuando se silencien, como fue predicho, sobrevendrá el olvido; aunque ya no será común, porque, mientras la obra aceche desde un estante de alguna biblioteca o guardada en un byte de una biblioteca virtual, estará viva, expectante y podrá nuevamente ser dicha. Será el Verbo.
En ese final, en una síntesis perfecta Borges ha recuperado todo el texto. Reconocemos que los adverbios temporales articulan los tiempos de la narración (pasado, presente y futuro). Así, en el pasado vivió y mató Juan Muraña, en otro más próximo mataron a Luchessi. En el presente de la narración, Borges recuerda el encuentro con Trápani, quien refiere los hechos y guarda la memoria de aquel tío mitológico y del oscuro crimen de Luchessi. Y en el futuro, el olvido, el común olvido.
¿Pero, insistimos, cree Borges realmente que Juan Muraña pasará al olvido después de haber contado la historia? Si releemos el texto, descubriremos que no, porque antes nos había dicho que no importaba que el hecho fuera verdadero, que lo importante es que la historia haya sido referida y creída. La historia debe ser referida. Esa realidad, según él, existe si se pone en palabras. Una idea clave en la obra de Jorge Luis Borges.
Creemos en la palabra, que no sólo salvará del olvido a la figura del cuchillero, el arrabal, aquel Palermo que Georgie miró desde el jardín detrás de una larga verja de lanzas... en la palabra que también, por obra y gracia de la escritura, y a pesar de lo que él dijo desear, impedirá que Borges caiga en el olvido.



viernes, 21 de febrero de 2014

Todo quedó sobre tu pecho

Te busqué por caminos inciertos.
No encontré más que soledad
y cansancio.
A veces, te miraba de reojo,
No te veía.
Ahora, en cambio, te miro,
Estás aquí.
Venías andando.
No te esperaba.
Cuando ya no deseaba,
Cuando ya no creía,
Llegaste.
Descansé.
Arrojé entre tus brazos
Todo el cansancio,
Siglos de caminar,
Una ausencia infinita.
Todo quedó sobre tu pecho,
Anudado,enredado,
Adherido.

lunes, 17 de febrero de 2014

Quiero contarte algunas cosas

Quiero contarte algunas cosas:
Desde un lugar remoto he venido
Caminando descalza
Entre las piedras.
A veces arrastrando cadenas,
Otras, en puntas de pie.
Sola.
Por momentos creyendo ver entre la gente
Las siluetas amadas,
O viendo a tientas en la penumbra.
De pronto, cuando ya no creía,
Y las frías mañanas me encontraban rezando sola,
Esperando lo inefable,
Te encontré. Valiente en soledad también.
Me encontraste como Penélope en espera.
Y fue la sorpresa y
El temor.
Quiero decirte algo más:
No es secreto. Estamos amarrados hasta el momento
Inevitablemente.
Amores tardíos eseíbles nos traen
La sencilla experiencia de querer
Diariamente,con paciente calma.
Gozosa mansedumbre.
Serenidad exultante.


domingo, 16 de febrero de 2014

Eduardo Galeano. Entrevista

http://www.lanacion.com.ar/1651964-eduardo-galeano-uno-busca-a-dios-en-los-demas-o-en-la-naturaleza-una-bella-energia-del-mundo-a-la-vez-terrible-y-hermosa


Eduardo Galeano: "Uno busca a Dios en los demás. O en la naturaleza, una bella energía del mundo, a la vez terrible y hermosa"
Sociedad

Por Diana Fernández Irusta | LA NACION

La escritura

"A mí la verdad que escribir me salva -confesará, luego-. Porque me permite salir fuera de mí. Eso me ayuda a vivir y a saltar por encima de algunos obstáculos que la vida te pone, que parecen insalvables."

-¿Cuáles?

-Si los defino, te miento. Peor que mentir, si los defino los convierto en obstáculos estúpidos. Y no lo son. Pero resultan muy complejos para decirlo en una sola palabra. Al escribir, yo los pongo afuera. Es como si uno contuviera vidrios rotos en el alma, que te estuvieran lastimando. Todos tenemos algún vidrio roto en el alma, que lastima y hace sangrar, aunque sea un poquito. Entonces, al escribir, siento que puedo sacar un poco de esos vidrios fuera de mí. Al ponerlos en un papel, ya no me dañan. Ya no me hacen la vida imposible, sino que la multiplican, porque me permiten entenderme mejor con los demás. Porque cada uno tiene sus vidriecitos que duelen. [Sonríe un poco.] Creo que la literatura es comunicación o no es nada. No escribo para mí, escribo para comunicarme con otros, para llegar a otros que van a ser mis amigos, aunque no los conozca todavía."

Sueño


De tanto caminar por las calles sedientas, el cansancio es atroz,
Golpeada por las piedras encendidas,
Llamaradas de fuego castigan sin piedad.
Llueve
Ceniza que desparrama acentos inflamados.
De tanto transitar las cornisas del miedo y la lujuria
Se les olvidó a los hombres la transparencia
Del amor. La sombra que se escurre y parpadea
Es deseo. Al final del camino tortuoso
Esperan la esperanza y la luz.


sábado, 15 de febrero de 2014

Modelos



La madre de Jose es obesa. Siempre le dice mami, desde chiquita, pero ahora queda mal, Jose la nombra y se escucha ridícula.
“Siempre fue una gorda vaga, escondió con la obesidad la falta de ganas de hacer cosas, porque estaba él que lo hacía todo. Todos en la familia tenemos problemas con la comida. Sin embargo, mi viejo, no. Él siempre fue delgado, trabajador y generoso con nosotros. Ella, una vaca".
La vaca lo dominaba desde la imposibilidad, incapacidad del cuerpo mórbido y enajenado en su propia masa amorfa de tejidos y grasa. “Mirá que no me siento bien, mejor hacélo vos…” “Si llegás tarde, yo no voy a poder hacer las compras". “No puedo ir…” “No vayas de tu hermana, te preciso en casa.” “Te necesito…” “Cerrá que tengo frío". “Abrí que empezó el calor y me estoy asando…”
Cuando él murió, las cosas cambiaron. Parecía que iba a resolverlas ella misma. Creyeron que la mami cambiaría de actitud y resolvería los problemas cotidianos “vivir exige esfuerzo, mami". Al principio, le tuvieron paciencia. “Somos tres, soy la mayor, estoy en casa siempre con mami. Mi hermana se ocupa menos que yo, porque ella siempre hizo su vida, ella tiene vida-marido-hijos-casa, no tiene que vivir con la madre". La menor, se fue y casi no las ve.
Al principio, desde la viudez, dio muestras de vitalidad. Daba la impresión de estar mejor, a pesar del dolor. Recobró fuerzas, se entonó para seguir. La vida en común amarga, desgasta. Convivir cuarenta y tantos años con alguien hace que, además de amarse menos que en la juventud y de odiarse silenciosamente, se necesiten el uno al otro, estén imbricados, amarrados, entretejidos. Cuando uno se muere, se acaba el odio. Y surge la primavera tardía, florecen recuerdos agradables, nostalgia por los tiempos idos. Pero eso también pasó como de refilón.
Un día, le dijo a Jose que no siguiera con el trabajo… que ella la necesitaba. Y dejó el trabajo. “Sus problemas de salud me obligaron, aunque la plata nos hace falta, la obesidad genera graves trastornos, médicos, tratamientos, farmacia, todos sabemos cuánto cuesta, pero las chicas me ayudan con la plata".
No hace mucho, le pidió que le llevara la comida a la cama. No se sentía bien. Jose hacía las compras y la madre cocinaba. “Empecé a cocinar también". De vez en cuando (dos o tres días a la semana) se quedaba en la cama. Las piernas no la sostenían más.
“Cuando se puso violenta porque llegué tarde un viernes, le chanté las cuarenta; los viernes jugamos cartas con las chicas, somos todas de treinta y pico, solteras o separadas, pero solas, no aguanté más y le dije todo lo que tenía atragantado. No me habló ni me cocinó por una semana. Aflojé cuando tuvimos que llamar al médico, porque le había subido la presión. Ahora tampoco me habla. Creo que ya no me hablará más en la vida. Mi hermana no puede salir del asombro. Nadie me creía capaz de semejante cosa. Pero lo hice".
Después de seis años de haber estado prisionera en su propia casa, Jose dejó a la mami en un geriátrico “no es por vieja, entiendan mi situación…” y recobró el antiguo trabajo.
“Ella no quiere recibirme, aunque la visito los sábados de tres a cuatro. Le llevo las masas que tanto le gustan, pero no me recibe ni las masas siquiera y me las como sola en el jardincito, mientras leo alguna revista. Lindo jardín. El único problema hoy es la comida".

miércoles, 12 de febrero de 2014

La madre de Martín



Martín tiene treinta y seis años. Es elegante, atlético, estudió en un colegio inglés y, después de graduarse en una universidad privada “La mejor, por su excelencia académica” dice su padre, viajó al Norte para tener un master que, seguramente derivará en doctorado. Es hijo de un militar retirado y de una señora que casi no sale de su casa desde que empezaron con eso de los juicios “Pero nosotros no tenemos nada que ver” se apura en aclarar.
Martincito, tiene la piel oscura, no es como su mamá Graciela, rubia, pálida, de cabello fino y débil; ni es como su papá Enrique “Don Enrique, el coronel”, que es colorado y pecoso, muy pecoso. Se parece más a la mujer que insiste en llamarlo “Carlitos”.
Durante años, las Madres primero y después las Abuelas lo buscaron. “Las locas de la plaza, ésas dicen que mi Martincito no es mío”. Caminaron la Plaza, las Calles, la Curia, las Comisarías, y el Comando del Ejército.
Nada. Nadie. “No tienen entidad… No existen”.
Martín sabe que se llama Martín, que su madre lo tuvo en una clínica privada muy cara de la zona Norte y que nació el día en que Argentina le ganó a la Selección de Perú por goleada. Nada más quiere saber. Aunque a veces querría decir que sí, que necesita conocer la verdad. “¿Qué verdad, che, la de esas locas… porque tu madre, es ésta la que te crió ”. Y se acabó. Cuando el coronel habla en ese tono, nadie lo contradice. Es más por agradecimiento que se calla. Agradece a la mujer que lo ama con temor, hasta con delirio, agradece no haber muerto; ama a esa madre que, como las otras, sufre… Se calla. Perversa cadena. No desea empeorar las cosas. Su relación con el coronel nunca fue buena, por eso también empezó a sospechar; después, llegaron ellas y entonces tuvo una secreta alegría, íntima satisfacción de ganarle una al coronel retiro efectivo.


En otro punto de la ciudad, la abuela sigue revisando por milésima vez las fotografías de su hija Laura, la que buscó “Por cielo y tierra”, la que se llevaron de su casa una noche -en camisón- con un bebé de pocas semanas. En una de las fotos, aparece él. Es un bebé negrito y gordo que toma la teta en brazos de Laura. En el reverso dice: "Carlitos 3 semanas, 16 de julio de 1978". La abuela repite que no dejen de ayudarla hasta encontrar a su nieto Carlos Oscar desaparecido en 1978.
La historia nunca es una sola. Hay otra historia.
Una mujer se estremece al pensar que tarde o temprano perderá a Martín después de que le reproche las mentiras, el engaño atroz, la complicidad con los asesinos; será restituido, volverá a su lugar, del que nunca debió ser arrancado; la otra mujer,su madre, Laura quedó para siempre dándole el primer amor en unas pocas fotos, en unas batitas amarillentas, en un moisés vacío hace treinta y seis años.





martes, 11 de febrero de 2014

La mujer invisible



Siempre es igual. Uno piensa que tiene todo resuelto y no. No. Los hijos te dan vuelta con una nueva historia. A la de la esquina la hija se le embarazó. Yo, por mí que tenga el chico y le vaya bien. Pero decíme, si no está arruinándole la vida a los padres. Ellos le dieron todo y mirá cómo les paga. A mí no me lo hacen. Dice que el mayor quería conocer el mundo. Quién sabe por dónde anda. Si sabemos es porque ella de tanto en tanto cuenta, pobre tiene que descargarse. “No tenemos paz…” “Nos mandó a pedir plata…” a veces el pibe trabaja y se tira unos meses más porque “América latina hay que conocerla y vivirla a full…”. A mí no me lo hacen.
Cuando el mío, el Gordo, vino con que la chica estaba de dos meses, lo mandamos de vuelta a la casa de ella. “Mirá, decíle a la piola de la madre que arregle el asunto como dios manda”. Mirá si se iban a casar. ¿Adónde iban a vivir? En mi casa, no. Ya bastante tenemos con Luisito. Él quiere ser músico y está dale que dale con la guitarra. Dice que en cualquier momento lo llaman Los Piojosos o algo así. El padre le dice que él es un piojoso y empiezan a pelear y yo prefiero quedarme callada. Si hablo, es peor.
Ninguno me habla. Y yo no sé por qué no me hablan. Bah, en realidad, sí. Uno está con la novia o escribe mensajes en el celular o en la nobuk; el otro está con la guitarra o con los aparatos en las orejas, esos que no sé cómo se llaman, pero no escucha ni ve a nadie. Y mi marido ve fútbol, escucha fútbol o juega al fútbol con los muchachos, un día lo van a traer con las patas para adelante, está muy gordo.
Yo estoy bien. No me pasa como a la vecina. Casi bien estoy. Si tengo algo, no digo nada y nadie se da cuenta.


De dónde salen las palabras

De dónde salen las palabras,
Recónditas amebas, textiles
Ancestrales,
Lagartos retraídos, mariposas doradas.
De dónde nacen angustiadas las palabras voraces
Las que corroen el tiempo, sacuden los estantes
De las tiendas antiguas
Y lloran escondidas detrás de las puertas,
Dentro de los cajones,
Sobre las telarañas.
De dónde vienen las que son paridas,
De dónde las abortadas,
Escritas y borradas.
De dónde el lamento y la rebelión de los callados.
Dónde se enciende y arde el fuego
Y la mística de los poetas santos.
De dónde brotan los cuchillos y las guitarras gitanas,
De dónde el amor al arrabal y el
Tango.
De donde han salido suspiran las muchachas,
Silban los carreteros, cantan las prostitutas,
Sueñan los inocentes,
Esperan los amantes,
Susurran los esclavos, imitan los farsantes
Ocultan los traidores,
Gimen los dolientes,
Acarician las madres,
Suplican los enfermos y en las noches
Alguien arropa los desvelos.
O quizá no. Acaso
Saldrán palabras fenomenales de donde escupen los homicidas,
Deliran los poseídos, exclaman los condenados,
Gritan los perseguidos.
De dónde vendrán tan exiguas mis palabras.



lunes, 10 de febrero de 2014

Sospechas


Sospecho que este amor mío es eterno,
Que sos lo mejor de la vida
(Vida sufrida, triste).
Soy una resucitada, después de varias crucifixiones.
Amorosa salida.
Espero que mis sospechas sean confirmadas
Que mis sospechas se hagan realidad
Qué lo eterno sea diario. La eternidad
Una costumbre.
Que tu respiración, tu aliento, tus quejas, tus silencios
Sean para siempre.
De tanto protestar por tu mal sueño,
Duermo con sigilo, presumo tus sueños en la noche,
Contemplo tu silueta.
La cama sin vos me atemoriza (me hiela
El temor de la cama vacía).
De tanto esperar tu regreso,
No espero más,
Vas siempre conmigo, estás de modo permanente
Donde yo estoy.
Quién iba a decir que por fin
El amor llegara así.
Celebración y pausa silenciosa.
Corona y legado.
Digo que ser tu mujer es lo mejor que
Me ha sucedido.

domingo, 9 de febrero de 2014

Mi tierra



Amo este pueblo estaqueado
En la llanura inagotable,
Atravesado por dóciles arroyos,
Pobres cursos de aguas
Que se rinden en mansos ríos.
Tierra de oídos vigilantes y lenguas extranjeras,
De esperanzas,
Alambrados y cercos tenaces.

Amo esta tierra,
Cuando regreso a ella
Descanso.

Mi pueblo ha sido tierra de extranjeros,
Patria nueva,
Promesas en la pampa gringa.
Memoria reciente de praderas.
El indio – una sombra apenas-.
Canto a la tierra
Domada por arados y trilladoras.

sábado, 8 de febrero de 2014

Sara






Una historia real.
Todas las noches Sara, casi de madrugada, se levantaba de la cama medio dormida y enojada para hacerlo entrar y, cuando él no podía caminar por la borrachera, la hija ayudaba para hacer menos fastidioso el trámite. Igual no era nada lindo verlo en ese estado. Pobre Sarita. Sara es muy buena mujer.
Sara recorre todos los días en bicicleta los seis kilómetros que separan la casa del trabajo. Lava pisos, inodoros, hace café, refriega los platos sucios. Regresa por la ruta al anochecer. Sara no deja de sonreír.
Si el patrón se lo pide, también limpia hasta dejar reluciente la casa de la señora. Es buena la señora, casi siempre le regala alguna cosa que ella no usa. Pero no tiene dónde ponerse esa ropa tan linda, ella no va a ningún lado después del trabajo salvo a la casa de su suegra, no sale con el marido como otras. Él va con los amigos al barcito pero solo. Le promete que van a salir los tres un día de estos o un fin de semana.
Sara está cansada. Se arregla como puede. Se ocupa de Sarita. Para la olla, si hace falta. Y hace falta.
Se levanta a la madrugada, cuando él vuelve y entra a los gritos, con ese olor agrio que trae. Se levanta para llevarlo a la cama. El frío te va a hacer mal éste hijo de puta ya me tiene podrida andá a dormir la mona te digo no rompás más que mañana tengo que ir a trabajar a las cinco me tengo que levantar yo y a vos no te importa borracho de mierda.
Todas las noches cumplió, resignada. Todas las noches, menos ésa. No escuchó la puerta ni la caída contundente. Tampoco la jarra de vidrio que en miles de cristales se estrelló contra el piso de ladrillos.
Estaba realmente cansada no pude levantarme… esta mañana lo encontré frío mojado ahogado en el vómito lo llamé y nada… entonces me asusté y a la nena la mandé a casa de la madrina y llamé acá oficial… ¿no tendré la culpa yo, no?

viernes, 7 de febrero de 2014

A veces la marea sube



A veces la marea sube dejando flores,
La vida sacude
El estado perpetuo de la muerte
Que asoma
Temblando en la mirada.
Susurran las voces
De los sonámbulos. Lloran
Los ausentes y los viejos.
A veces la marea sube dejando flores
Y recónditos signos de vida.
Rémoras de otros viajes,
De vidas lejanas
De soles transitados.
No sé por qué razón
Se viven
Tantas vidas en una.
Cada mañana, espejismos
Claroscuros
Apagones
Y flashes
Despabilan el aliento.
No puedo dejar de amar.
A veces la marea sube,
Es el amor
El triunfo de la vida
Sobre la noche del dolor
Y sobre la muerte esquiva.

La queja de tu vientre



A Griselda

Hermana de soledades y secretos,
De misterios, de siestas cómplices
Con las manos manchadas por las granadas,
De juegos en la esquina,
Saliste a caminar y te perdiste.
Tu dolor me pertenece,
Es el dolor de todas las mujeres
Que son madres,
Que no fueron madres,
Que parieron,
Que desearon parir una
Y mil veces.
La cuna te negó
El abrazo
Y el llanto te anegó.
Sobrevoló la muerte,
No poder ser madre es morir
Un poco.
La queja de tu vientre
Se oyó desde
La luna
Desde la última estrella
Desde la vereda de enfrente
Por las calles solitarias
Por las rutas atascadas
Durante las procesiones
En los tribunales
En los quirófanos
En los prostíbulos.
Cuánto dolor, hermana,
Para una sola vida
Tan corta.





Deidades

La historia de la humanidad está poblada de infinitas imágenes de dioses y diosas construidos por el temor humano y de íconos olvidados. Energías. Representaciones. Algunos conviven con nosotros.
Esta es la historia de la mujercita que soñó con ser una deidad. Tenía grandes sueños. ¿Era lo suyo complejo de inferioridad? ¿Narcisismo? No lo supimos. Sí, más tarde, después de la caída; se ponía verde de envidia, sufría ante la alegría ajena; el corazón le dolía de orgullo; el amor y la generosidad escondían conveniencia y ambición.
Poco a poco, se fue ganando una parcela en el paraíso. Trabó alianzas. Tejió y entretejió tramas envenenadas. Tuvo el poder, como corresponde a cualquier dios. Armó guerras internas, que luego apaciguó. Se ganó el respeto de algunos y la admiración de muchos. Los fieles más débiles, los desposeídos, la necesitaron. Fue feliz. ¿Qué otra cosa puede desear un dios que ser adorado, recibir pedidos, responder a las demandas de los sufrientes o, por el contrario, castigar a los pecadores, los desertores, los desconfiados, los remisos a rendir culto?. ¿Nadie advirtió que era una puesta en escena? Bebió -como todos los dioses- del néctar que le ofrecieron los fieles devotos. Se emborrachó de vanidad. Celebró rituales, casi ajena –en apariencia- al poder que había ido ganando. Pero su pobre humanidad la traicionó y se creyó imprescindible.
Un día, un opaco día, se desvaneció en el panteón de las divinidades. Se develó el misterio. Cayeron las máscaras. Algunos ni lo notaron. La masa de acólitos experimentó el pánico de la orfandad. El reinado de la pequeña diosa madre había terminado.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Los niños maltratados

"Una escuela de terror en la Florida

Una institución que funcionó desde 1900 hasta 2011 recibió históricas denuncias por malos tratos y abusos contra los niños y adolescentes internados allí. Ahora, antropólogos descubrieron enterrados los restos de 55 cuerpos. Y creen que hay muchos más." De página 12
http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-239171-2014-02-05.html



  LAS MUJERES                                                                                        

Los niños maltratados

  No se acuerda cuándo fue, pero  la noción más remota que tiene de  su vida es una paliza. Tendría tres años y, corriendo detrás de la mamá, cruzó la ruta. Por poco, un colectivo casi la atropella. Pero, no. En cambio, tuvo que soportar los golpes del viejo. ¿De qué se habrá tratado eso, pensaba? Tal vez, como una enseñanza.
  No recuerda cariños o mimos masculinos. Le daba miedo la cara que ponía cuando estaba enojado.
  Lo veían poco, ella igual lo quería. Cuando llegaba, se alegraba por un ratito. Después, no. Siempre pasaba algo y castigaba a los niños. “Tiene la mano muy pesada”.  “Mirá que le cuento a tu padre…” y le contaba. “Ya van a ver cuando vuelva tu padre” y  en una retahíla de acusaciones lo volvía loco (que mucho no le faltaba) y los molía a palos con  odio, con  furor, que no podía saberse de dónde  venía. Él era como  una usina de odio.
   No es fácil amar y tener terror al mismo tiempo. Amar y temer. Sin embargo, cuando uno es chico no entiende de muchas cosas y cuando eso pasa,  se calla. Menos  fácil es cambiar  el amor por el odio. Tampoco se  hace sencillo  olvidar.
 Nos educan para el amor. Los mandamientos son claros: Amarás a tu padre, a la madre uno la quiere igual.
   Entonces, sucede que entramos en una zona oscura, poco descifrable para el entendimiento y  no sabemos qué se siente. Pasa que  tapamos los sentimientos como en aquellos entierros funerarios en los que apilaban roca sobre roca para ocultar los restos de un ser que había tenido vida.  Había sido alguien. No sentimos o no queremos  sentir. ¿Para qué, si duele tanto?
  Duele de modo interminable y silencioso. Como el amor. ¿Será también el dolor  como la sangre que nos mantiene vinculados a otros seres que decimos son nuestra familia?. 
  Hay un río silencioso que corre hiriendo cuerpos, memorias, olvidos. Así, el amor, el rencor y el miedo  atraviesan el tiempo,  lentos y contundentes por generaciones. 
  Los niños maltratados. Silenciosos. Oprimidos. Sedientos. Y quema el alma el dolor.


martes, 4 de febrero de 2014

De la poesía



Primero, la palabra.
Luego, la ansiedad persistente de crear el poema.
Escribir sin riesgos, sin prisa.
Enarbolar los grandes temas. Fatuidad adolescente.
Más tarde, el amor.
La denodada búsqueda,
El encuentro feliz.
Desolación.
 La paloma y el halcón.
El águila y la presa.
Después, fue el león y la gacela.
¿Quién era quién?


Tal vez, sólo tal vez,
De cuando en cuando, de vez en vez,
Alguien fue todo eso.
O quizá, no.



domingo, 2 de febrero de 2014

Elegía primera

                                Para mi hermana Griselda y otros tantos amados que se han ido

Cuando el dolor es fulminante
Cuando arrecian los temores
La noche íntima se escurre.
A veces la vida no es justa.
No es justa.
No.
Si todo lo que has hecho es luchar, hermana,
Y la vida te devuelve silencio y fuego.
No quiero que te vayas, no puedo
Consolar mi corazón, mi esqueleto tiembla, mis tripas se revuelven.
Es tarde.
Las horas se encaminan, marchan lentas al desfiladero.
No puedo sospechar tus abismos, sólo el que sufre sabe.