domingo, 23 de febrero de 2014

Madre nueva



Nadie te anunció.
Llegaste.
No te esperaba.

Me cercó la tristeza
hasta tu llegada.
La soledad creció como una estrella desmedida
hasta tu llegada.
Lo iluminaste todo con tu vida.

El encuentro fue de amor
y voraz el temor de madre nueva.
Nadie me dijo que vendrías. Llegaste
inocente,
me llamaste desde el interior de la tierra,
desde lo más remoto de lo humano,
cálido y suave,
temeroso como pez que se estremece en la orilla.
Tu reclamo se hizo oír
y tu llanto se confundió con el mío.
Mis pechos fueron surtidores de leche,
amapolas de sal y de miel.

Nada tenía para darte.
No pediste nada más que sorber la vida que de mí fluía.
Nada tenía, por eso elegí ofrecerte
toda mi vida, hijo.



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