sábado, 8 de febrero de 2014

Sara






Una historia real.
Todas las noches Sara, casi de madrugada, se levantaba de la cama medio dormida y enojada para hacerlo entrar y, cuando él no podía caminar por la borrachera, la hija ayudaba para hacer menos fastidioso el trámite. Igual no era nada lindo verlo en ese estado. Pobre Sarita. Sara es muy buena mujer.
Sara recorre todos los días en bicicleta los seis kilómetros que separan la casa del trabajo. Lava pisos, inodoros, hace café, refriega los platos sucios. Regresa por la ruta al anochecer. Sara no deja de sonreír.
Si el patrón se lo pide, también limpia hasta dejar reluciente la casa de la señora. Es buena la señora, casi siempre le regala alguna cosa que ella no usa. Pero no tiene dónde ponerse esa ropa tan linda, ella no va a ningún lado después del trabajo salvo a la casa de su suegra, no sale con el marido como otras. Él va con los amigos al barcito pero solo. Le promete que van a salir los tres un día de estos o un fin de semana.
Sara está cansada. Se arregla como puede. Se ocupa de Sarita. Para la olla, si hace falta. Y hace falta.
Se levanta a la madrugada, cuando él vuelve y entra a los gritos, con ese olor agrio que trae. Se levanta para llevarlo a la cama. El frío te va a hacer mal éste hijo de puta ya me tiene podrida andá a dormir la mona te digo no rompás más que mañana tengo que ir a trabajar a las cinco me tengo que levantar yo y a vos no te importa borracho de mierda.
Todas las noches cumplió, resignada. Todas las noches, menos ésa. No escuchó la puerta ni la caída contundente. Tampoco la jarra de vidrio que en miles de cristales se estrelló contra el piso de ladrillos.
Estaba realmente cansada no pude levantarme… esta mañana lo encontré frío mojado ahogado en el vómito lo llamé y nada… entonces me asusté y a la nena la mandé a casa de la madrina y llamé acá oficial… ¿no tendré la culpa yo, no?

1 comentario: