miércoles, 12 de febrero de 2014

La madre de Martín



Martín tiene treinta y seis años. Es elegante, atlético, estudió en un colegio inglés y, después de graduarse en una universidad privada “La mejor, por su excelencia académica” dice su padre, viajó al Norte para tener un master que, seguramente derivará en doctorado. Es hijo de un militar retirado y de una señora que casi no sale de su casa desde que empezaron con eso de los juicios “Pero nosotros no tenemos nada que ver” se apura en aclarar.
Martincito, tiene la piel oscura, no es como su mamá Graciela, rubia, pálida, de cabello fino y débil; ni es como su papá Enrique “Don Enrique, el coronel”, que es colorado y pecoso, muy pecoso. Se parece más a la mujer que insiste en llamarlo “Carlitos”.
Durante años, las Madres primero y después las Abuelas lo buscaron. “Las locas de la plaza, ésas dicen que mi Martincito no es mío”. Caminaron la Plaza, las Calles, la Curia, las Comisarías, y el Comando del Ejército.
Nada. Nadie. “No tienen entidad… No existen”.
Martín sabe que se llama Martín, que su madre lo tuvo en una clínica privada muy cara de la zona Norte y que nació el día en que Argentina le ganó a la Selección de Perú por goleada. Nada más quiere saber. Aunque a veces querría decir que sí, que necesita conocer la verdad. “¿Qué verdad, che, la de esas locas… porque tu madre, es ésta la que te crió ”. Y se acabó. Cuando el coronel habla en ese tono, nadie lo contradice. Es más por agradecimiento que se calla. Agradece a la mujer que lo ama con temor, hasta con delirio, agradece no haber muerto; ama a esa madre que, como las otras, sufre… Se calla. Perversa cadena. No desea empeorar las cosas. Su relación con el coronel nunca fue buena, por eso también empezó a sospechar; después, llegaron ellas y entonces tuvo una secreta alegría, íntima satisfacción de ganarle una al coronel retiro efectivo.


En otro punto de la ciudad, la abuela sigue revisando por milésima vez las fotografías de su hija Laura, la que buscó “Por cielo y tierra”, la que se llevaron de su casa una noche -en camisón- con un bebé de pocas semanas. En una de las fotos, aparece él. Es un bebé negrito y gordo que toma la teta en brazos de Laura. En el reverso dice: "Carlitos 3 semanas, 16 de julio de 1978". La abuela repite que no dejen de ayudarla hasta encontrar a su nieto Carlos Oscar desaparecido en 1978.
La historia nunca es una sola. Hay otra historia.
Una mujer se estremece al pensar que tarde o temprano perderá a Martín después de que le reproche las mentiras, el engaño atroz, la complicidad con los asesinos; será restituido, volverá a su lugar, del que nunca debió ser arrancado; la otra mujer,su madre, Laura quedó para siempre dándole el primer amor en unas pocas fotos, en unas batitas amarillentas, en un moisés vacío hace treinta y seis años.





2 comentarios:

  1. Por los 110 nietos recuperados hasta ahora y la grandeza de las Abuelas de Plaza de mayo.

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  2. Rectificar el título y algo más hace justicia. No lo podía definir, pero me hacía ruido. Un lector amoroso (mi marido) me ayudó, gracias.

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