I
Me acechan los poemas.
Recuerdo y recupero uno. El primero después
de la niebla.
Los otros, viejos conocidos, los memorables
o temblorosos giran
y
aniquilan cualquier intento.
Los míos, los que no verán la luz,
los iniciáticos,
vírgenes,
destruidos,
perdidos,
demorados,
tímidos,
soñados con paciencia e impaciencia,
desechados y desechables,
los enojados,
los angustiados y porfiados,
los que nunca verán la página
ni las antologías,
se agitan y hacen señas
desde algún lugar,
desde las lágrimas,
desde el misterio y la pasión,
desde la magia o la torpeza,
desde cualquier amago de creación,
(grito o lamento,
vago gemido o súplica),
Desde el orgullo o la venganza
se detienen, me llaman.
Me reclaman, me olvidan.
Los dejo.
Los retomo.
Los detesto.
Los ignoro.
No los quiero.
Los amo.
Son míos.
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