jueves, 23 de enero de 2014

Transmutación



  Una noche, se decía impaciente, cuando nadie observe mi insignificante y repulsivo ser, transmutaré. Poco a poco, como tantos otros, completaré el ciclo de la vida (al fin y al cabo la vida es esto: ser,  esperar a ser, pretender ser, alcanzar una forma adecuada - lo que otros o uno mismo desea-) el deseo. Nadie conoce el fin de su existencia, su destino o misión. Si mi existencia además de fugaz es inútil, no lo sé, se decía. Nadie lo sabe. Tal vez, fingir ignorancia sea un modo de estar a resguardo de la muerte.
   Nada  le importaba  más que  ser libre. Un día, despertaré con alas y dejaré mi rastrera sombra.
   Soñó durante  su corta vida. En cada ciclo, ante cada cambio, se sentía feliz, aún dentro de su gris existencia.  En la búsqueda, se fue transformando,  con dolor soportó cada motita nueva, la mínima alteración en el color de su piel, le crecieron de golpe, así no más, las alas, le temblaron las alas recién crecidas, un día casi llora (si a eso le llamáramos llanto). Lloró. Gimió de dolor. Ser alguien es dejar de ser otro.
   Al fin dejó de ser crisálida y  creyó que ser una mariposa era lo mejor. Era libre y estaba ante  el comienzo de una nueva vida, pero fue su final.

                                                                             

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