Una telaraña separa la
alegría del dolor más intenso,
Una caricia suave, el
trino del ave en fuga.
Así de modo
imperceptible, un día,
Un minuto sigue a otro que ha sido fatal,
Envenenado,
desquiciado,
Vuelve el alma al
cuerpo, corre vital la savia,
Se regeneran las
células,
Se añade vida nueva a
la cuenta,
Otra mano como en el
juego de naipes,
Otra vuelta de ron o de
vino,
Con amigos, con amores,
con uno mismo,
Liberando el fuego que
abrasa,
Desperezando el deseo
dormido,
Nos levantamos
Y seguimos andando.
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