No puedo narrar el dolor puro, por eso
la metáfora florece donde hubo llagas.
El peso de las generaciones ha
sostenido como mandato imperativo una educación basada en los castigos y la
represión. Los padres nos castigaban cuando éramos chicos, como antes los
habían castigado a ellos, a quién no le ha sucedido de mi generación; nos daban
algún tortazo para aleccionarnos, para que no olvidáramos esas lecciones, para
sacarse el gusto o la angustia, para volcar todas las frustraciones en otros seres
más débiles, sus hijos. Bonita forma de educar. Aunque no todos tienen los
mismos recuerdos que nosotros tres -eso de convivir con la
locura y el miedo, de espiar por si llega el golpe aleccionador o vengativo, de
taparse hasta la cabeza en la cama, por si viboreaba un cinto- imagino que no, no
todos lo experimentaron afortunadamente.
Una noche, (no puedo narrar lo
sucedido) más que en otros momentos, sentí miedo, mucho miedo, hasta orinarme como
un animal, como un perro castigado, asaltado por la brutalidad, la ira, la
sorpresa, todo al mismo tiempo. ¿Qué habría de distinto en aquella noche?, ¿qué
hizo que fuera determinante en nuestras vidas?, no lo supimos. El que ha sido
golpeado brutalmente sabe que no es sólo dolor lo que se experimenta, sino la
conciencia de que pueden matarte si
quisieran, que la vida no vale nada, que el cuerpo es un despojo mojado por
orines, que los gemidos y súplicas no son oídos y que después de ese hecho que
humilla a todos los seres humanos por uno mismo y por el otro, por su falta de
amor y su crueldad; después de eso, nada cambiará la historia.
No bastan las lágrimas derramadas para
sacudirse el dolor y el miedo es la
única certeza de estar vivo. Sin embargo, la proximidad de la muerte no siempre
es el fin, será entonces la constante agonía disimulada tras máscaras y gestos
lo que permitirá ser uno más entre tantos. El disimulo de la muerte, la farsa
de la vida.
Entró enceguecido no estaba en casa ella
lo había llamado por teléfono para decirle que nosotras dos le llenábamos la
cabeza que debían separarse que no
fuera tan tonta que se terminara de una
vez que dejara de sufrir que nada iba a
cambiar que de una vez por todas tomara
la decisión o que no hablara más del tema y no se quejara con nosotras que no podíamos hacer nada más que escucharla.
Entró y me tiró de la silla que estaba
frente al televisor no eran más de las
12 de la noche un poco más me había quedado
levantada por miedo no quería estar en
la cama y esperar a que me pegara como cuando éramos chicos cuando entraba como loco porque no podía dormir y
nos daba una paliza a cada uno y esperábamos sin movernos el turno éramos tres y no nos escapábamos porque podía
ser peor.
Aquella noche me pateó la cabeza dijo “qué le dijiste a tu madre” que sos un hijo de puta debí decir pero no sólo suplicaba que me dejara y mi hermana corrió y le pegó a ella tan
pequeña en la boca del estómago y se dobló
le dio un puñetazo y la dobló como junco frágil uno y otro más la cara sangraba mi hermana estaba sangrando todavía hoy sangra.
Corrí hasta la casa de al lado la casa
de su hermano y me dijeron que ellos no se metían.
Esa noche nos fuimos para siempre aunque volvimos a ver a mi madre hasta que murió
nunca le preguntamos por qué nos había
hecho eso por qué ella hizo que nos
castigara así.
Nunca jamás le reprochamos lo ocurrido el amor nos hizo comprender y perdonarla.
Nunca hasta que ella murió lo hablamos con mi
hermana.
Y con él nunca más, claro.
Fue ver a otro en mi lugar, en espejo, verme a mí misma golpeada, orinada, fue la sangre de mi hermana lo que marcó la diferencia entre esa paliza y otras, para siempre. Ahora lo sé.
Aquella noche no fue el fin, pero lo
que se quebró jamás volvió a unirse, ni las heridas han cicatrizado. En un
minuto, supe lo que era estar suspendida en un hilo, colgada entre nubes de
dolor, como las que dibujan los niños en los primeros años, pude ver el centro de las flores efímeras y dentro
de corazones rotos, flechados por amores olvidados. Acaso fue el devenir
trabajoso, la lucha permanente lo que hizo diferente y posible mi existencia (mi hermana, no pudo), además
están los libros, las palabras, escribir, haber leído tanto y comprender al ser
humano vulnerable que soy y que son los demás. Y el perdón.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario