Quince
EL
ORO
Sobre
la ambición desmedida
Los
usos y costumbres hacen que consideremos importantes muchas cosas
que no tienen sentido, algunas ofenden nuestra inteligencia o los
más puros sentimientos de los seres sensibles.
Hablaremos
del oro. Está claro que cuando nos referimos al oro, queremos
discurrir también sobre el valor de la riqueza.
Decir
que en gustos no hay nada escrito, es obvio, como que el oro es signo
de opulencia y que ha sido el metal elegido en todos los tiempos.
Por él se han esclavizado pueblos y hoy parece tan lejano, sin
embargo, hay padres ambiciosos que entregan a sus hijas a los
hombres ricos, las casan y con el matrimonio también las esclavizan.
¿Por
qué no considerar la relación entre valor y precio? ¿Es lo mismo
acaso?
El
oro es más costoso que otros metales. ¿Sin embargo, hay algún
material superior a otro, quién lo ha dicho?
Por
ejemplo, ¿habrá quien piense que el oro nace noble, distinguido,
aguerrido y el plomo o el bronce, por caso, son debiluchos,
pobretones, tan feos que nadie los quiere?
¿Quién
determinó y en qué momento que era mejor usar el oro en los
atuendos reales o en los decorados suntuosos de casas y palacios?
Sabemos
que reyes, faraones y sultanes lo apreciaron en Oriente, en América
y en todo el mundo. Entonces, algo más representa este material: La
opulencia, la soberbia, el poder. Es ése su valor simbólico.
Si
un hombre, por ejemplo, es rico y otro es pobre, ¿el primero vale
más que el segundo?
Si
una mujer elige a un hombre rico y reniega del pobre, ¿qué, no es
buena? Otra se casará con el pobre. ¿Una de las dos estará
equivocada?
¿Por
qué la riqueza -el oro- hace valiosos a unos hombres y miserables a
otros?
¿Por
qué el interés por el oro hace malvada o infiel a una mujer?
El
anillo de bodas es de oro. ¿Tendría valor para la joven desposada
llevar una corona de pimpollos blancos perfumados o un ramillete de
flores silvestres de las sierras? Pues no, es oro lo que cierra la
alianza matrimonial.
El
oro tiene el poder de transformar la naturaleza de los seres, aunque
sea inalterable. Corrompe, aunque es incorruptible.
Es
el oro, señores, el que gana en cualquier comparación; aunque el
oro destruye lo que toca, el ambicioso no lo percibe.
Estas
consideraciones
que exceden la química, se entiende. Hablamos de los seres humanos,
claro, en relación con el material que los corrompe.
Si
me dieran a elegir, prefiero el plomo, porque se ha empleado en la
construcción desde la antigüedad, existen millones de kilómetros
de cañerías de ese material, la tierra está conectada por tuberías
de plomo. Sirve desde la época de los romanos, es útil al hombre,
es barato y cumple la función que le ha tocado en la vida con
humildad.
El
oro ha desatado guerras, impulsado matanzas, despertó la codicia de
los reyes y la fatuidad de las cortesanas.
El
oro corrompe el espíritu de las mujeres que ambicionan riqueza y
tienen sueños de reina, de las que desprecian el corazón de un
hombre pobre, aunque sea noble.
En
cambio, el plomo sirve. Quizás no sea tan malo, después de todo,
que no se llegue a transformar el plomo en oro, como soñaron los
alquimistas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario