Había decidido pasar sola las fiestas de Navidad y Año
Nuevo. Le parecía una tontería salir de su casa con el calor infernal de
diciembre, gastar el dinero ahorrado para eventos importantes y visitar a sus parientes. La familia es cosa
seria, si los vas a ver muy seguido, te critican porque no tenés vida propia, no
salís, tendrías que buscarte un novio, si tuvieras hijos, ¡vos tenés que
casarte!, dicen; siempre se meten donde no los llaman,quién les pide opinión; si no vas te ignoran, el castigo mayor es hacer
como que no existís, no te llaman, no te
felicitan para los cumpleaños, no te acompañan cuando estás enferma, te podés
morir que no te acompañan; no existe en
ellos la más mínima intención de demostrar que te recuerdan, y aún cuando
seguramente lo hacen y se enteran por chismes sobre el transcurrir tranquilo de los días, fingen no tener
noticias. Son de lo peor, eso sí, siempre hay alguien un poco más dañino, por
la ponzoña de su lengua, sus comentarios mendaces, sus intrigas o la manera que
tiene de preguntar acerca de tu vida, si es que uno tiene mala suerte y se lo cruza en algún sitio,
aunque hace bastante que no me los cruzo.
Como quería estar sola y tranquila, había decidido comer
algo liviano, abrir un vino de buena marca y, de postre, algunos frutos secos.
Los centros comerciales se vuelven insoportables, en estos días los padres salen a comprar como si fueran a cerrar las
fábricas de juguetes, usan a destajo las tarjetas de crédito, total el año próximo
se pagará, eso dicen o piensan mientras las empleadas de las cajas facturan.
Todo igual, año tras año. Por esa razón ya llevaba cinco sin ver a nadie en
Navidad. Ninguno parecía recordarla. Había dejado de asistir a las reuniones
familiares desde que faltó su madre. Para qué, si ella ya no está, mejor
sola que mal acompañada, me digo, ella era tan buena que los aguantaba, yo no.
Aquí se está bien, la casa de uno es el mejor lugar, siempre
que no vengan a importunar los chicos de al lado como hace unos días, cuando
entraron sin permiso, se escondieron en el jardín y después intentaron abrir la
puerta de la cocina. Por suerte, los llamó la madre a los gritos, no entiendo
por qué parecía tan desesperada, como si yo fuera a hacerles daño, la joven
mujer interrumpió la travesura. Yo no
dije nada, no quiero tener problemas con los vecinos. Ellos hace poco que han
venido a vivir junto a mi casa, no hemos hablado aún, pero miran con
desconfianza, como si aquí hubiera algún
mafioso o fantasmas. Cuando estoy en el patio o arreglo el jardín, hago como
que no los veo. Y así transcurren mis días, atareada con los trabajos manuales,
la limpieza, el jardín, ahora se me ha dado por estudiar las estrellas. Es algo
fascinante.
Como hace mucho calor, he decidido arreglar una mesa en
la galería, preparar unas ensaladas, destapar la botella de vino y subir la
radio, me encanta escuchar la radio de
la mañana a la noche, es la mejor compañía para mí. Cuando se acerque la hora
del brindis por la Nochebuena y la Navidad yo brindaré con las estrellas, con
mi madre que seguro está en alguna. Lástima que el perro se fue hace mucho, si
no, sería una buena compañía. Se han ido todos. En la emisora oficial dan la
hora, ya falta poco, comienzan a soltar los fuegos artificiales, estallan
cohetes, los niños de la cuadra han salido a jugar a la vereda con sus estrellitas,
mientras los mayores se divierten con ellos. Yo este año hice arreglos con
flores y velas, por toda la casa habrá luces temblorosas y aromas frescos. Dan
las doce campanadas, brindo por los que no están conmigo.
Dan las doce y todos en el barrio están alborotados,
festejan atiborrados de comida y bebidas, brindan, se saludan, menos en
una casa. Están desconcertados,
suspendieron el brindis. Es raro, alguien avisó que en la casa abandonada han encendido luces muy tenues, son velas, los vecinos
corren a ver, quién habría venido, ninguno ha visto llegar a los nuevos dueños desde
que se fueron espantados, se habían asustado tanto, dijeron que en la vieja
casona hay un fantasma, que no los
dejaba tranquilos y prefirieron poner en venta la vivienda recién comprada, ya
que los de la inmobiliaria no quisieron devolverles el dinero. Sonaban
villancicos y bocinas; ellos, la pareja
joven, los dos niños y la pareja mayor, se acercaron entre temerosos e incrédulos a
las rejas del jardín de al lado y vieron con asombro cómo en todas las
habitaciones resplandecían arreglos navideños
con velas encendidas y en la galería se escuchaba la radio, pero no vieron a
nadie; y cuando llamaron con la campana de la entrada, no obtuvieron respuesta.
Discutieron si entraban a la casa embrujada, quién debía hacerlo, los chicos
insistían que habían visto a una mujer el otro día cuando la madre los llamó y
no pudieron entrar; pero no se pusieron
de acuerdo y decidieron marcharse a festejar, porque había que abrir los
regalos y comer el pan dulce y los turrones.
Después vendrían los debates sobre si habría sido la broma de algún vivillo o si los propietarios simularon que la casa está habitada para poder venderla,
cuando llegó la tía todos callaron, no fuera cosa que saliera a contar chismes
por el barrio. Cosas que pasan en Navidad.
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